martes, 27 de abril de 2010

Hace tiempo me regalaron un espejo de aumento precioso, en circunferencia, de esos que se ponen en el baño con una ventosa. No lo puedo usar. Cada vez que me miro en él me mareo....
Pues el espejo se ha despegado. Al principio sólo se caía de vez en cuando, puntual, el veintinueve de cada mes. Hasta que llegó febrero. Fue entonces cuando empezó a caerse a diario, seguro porque pensaba que así algún día tendría que atinar.

Este mes he decidido no volver a colgarlo. La última vez que se cayó lo dejé sobre un estante y ahí sigue. El pobre me pone ojitos.... Pero se lo tiene merecido. Por su culpa descubrí imperfecciones que hubiera preferido no ver y que ahora me atormentan casi a diario cada vez que me miro al espejo.
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