viernes, 17 de febrero de 2012

Juegos Olímpicos.

He descubierto que un centro comercial puede compararse a la perfección con una jungla. Y que no puedo escribir sobre ello porque me demandarían. Así que a aguantarse, os quedáis con la duda.

El día dos tenía pinta de ser igual de aburrido que el uno pero, por suerte, se nos ocurrió algo a tiempo: ¿Y qué es lo que hicimos si no hay nada que hacer? Las Olimpiadas del Centro Comercial.

Como sabéis los próximos Juegos Olímpicos se celebran en Londres. Durante una hora hora larguísima algunos miserables nos dedicamos a charlar sobre la cantidad de gente que iba a haber en esas fechas, la saturación, la enorme masa de creadores de tapones, turistas y especímenes frikis que vendrían a provocar aglomeraciones en todas partes, subidas de precios, etc. Al final, todos concluimos que las Olimpiadas son una enorme mierda en ese sentido y además aburrida. Y además a todos los presentes que hechamos currículum para trabajar en ellas nos habían rechazado. Así que (a partir de aquí leer a lo "estoy soltando un discurso importante sobre la libertad" a lo película americana, a lo  William Wallace, lo que queráis) los trabajadores del centro comercial, en nombre de todos los desgraciados que como nosotros hay por el mundo y que jamás tendrán oportunidad de ver las Olimpiadas ni aunque se celebren en su cada, inauguramos los Juegos Olímpicos del Centro Comercial. Y todo en honor a la grandísima imaginación que nos socorre en tan desesperada situación de aburrimiento. Quedan así, a día dos de enero del 2012, inaugurados los Juegos más estúpidos del universo.

Pues ale, un par de horillas organizándolo todo y... comenzamos por la prueba de velocidad-guarrazo libre consistente en correr por el centro comercial saltando papeleras. Los jodíos eran buenos, y más les valía si no querían que los lanzadores de pérti-escobas (prueba a la que apuntaron todos los encargados de la limpieza) les reventaran de un escobazo. Los dependientes del The Discovery Shop (una tienda para frikis) se lo curraron bastante: sacaron todos los puzzles raritos que tenían y hasta hicieron medallas de papel (patrocinado por los de Paperchase). Aunque me temo que no repartieron ni una porque nadie consiguió siquiera empezar uno de esos maldios puzzles. Los de la juguetería repartieron cuerdas y ale, a ver quién aguantaba más saltando (o a ver quién se estrangulaba antes con ellas).

La prueba que organizaban los de Gap Kids consistía en atarse los cordones de los zapatos y ser el primero en llegar a un punto determinado. Una chorrada, como todo lo demás. Los de Clinton Cards hicieron un concurso de escribir frases cuanto más estúpidas mejor  para tarjetas de felicitación (de cualquier cosa: desde cumpleaños a funerales pasando por primeras veces de a saber qué). La tienda de sombreros organizó una competición de mejores imitadores de El Sombrerero y los del H&M se aliaron con los de la cafetería para hacer "tiro de tarta al maniquí".

Como no hay piscina (obviamente, ya me dirés qué pinta) a los de Debenhams se les ocurrió poner bolsas de plástico en la cabeza para medir nuestra capacidad ara aguantar sin respirar. El que más aguantaba ganaba una muestra de perfume o, dependiendo de cómo acabara uno la prueba, podía optar a una de las tarjetas de "feliz funeral" de la prueba de Clinton Cards.

Los de la óptica tuvieron la gran idea de hacernos jugar a los dardos (cortesía de la juguetería) haciéndonos utilizar las gafas de mayor graduación. A los que hacían trampas se les mandaba a la peluquería a que les cortaran un mechón de pelo y a los que ganaban se les daba unas palmaditas en la espalda.

Y así es como paso yo mis días en el trabajo: imaginando gilipolleces y escribiéndolas después.
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