viernes, 15 de junio de 2012

En Londres se puede volar. Peter Pan no era especial.

 Tenía que llegar el momento de hablar de Hackney Wick, el hogar de "El Alemán", los bohemios, hippies, artistas, reyes y reinas del drama y otros "pasaos".

He pasado ya tiempo suficiente en esa zona de Londres como para escribir sobre ella pero todavia me sorprende con algo nuevo o diferente cada vez que voy. Y me encanta. Para los que no lo sepan Hackney Wick es una antigua zona industrial de la ciudad donde las fábricas han sido reconvertidas en casas para los ejemplares citados. Galerías de arte "alternativas", raves, oscuros recovecos donde esconderse para hacer intercambios de mercancía (ojo, no hablo sólo de cosas ilegales... hablo también de ropa, objetos varios, artesanía, lo que sea) cómodos bordillos al lado del río donde sentarse a fumar hierba (o cigarros, o nada) con los pies colgando, cisnes que te salpican al planear a lo largo del río... da gusto dar un paseo por allí una resacosa mañana de domingo.

La casa de "El Alemán" es una parte de las tres o cuatro que forman lo que era una antigua fábrica de cacahuetes; que dices, "la cosa más inocente del planeta". Sí, tan inocente que en una de las partes yo he visto a peña esnifar rayas de manzanas (hasta que se acaban). En la penúltima fiesta de la "peanut" una chica llegó a eso de las seis de la mañana (sí señor, fiestas a horas normales, no como en el resto de Londres que a las doce ya se ha acabado todo) y, sin presentarse si quiera, nos propone un juego de los más espantoso: una competición a ver a quién le cabían más rebanadas de pan de molde en la boca. Un juego muy inocente si no fuera porque tras ganarnos se refirió a las utilidades que su enorme cavidad bucal tenía. Ella se llegó a meter tres rebanadas mientras que yo con media anadaba ahogándome. En el estado que estaba la chica podría haberla ganado a cualquier otra cosa pero lo cierto es que contra la gente que había allí jugar a meterse cosas era salir perdiendo fijo. Así que abandoné a ese grupo de gente y me fui a la otra esquina de la casa.

A eso de las siete de la mañana estaba ya agotada y quería que todo el mundo se marchara de una vez para poder adueñarme del sofá y dormir. Pero no se iban. Hacía frio y necesitaba ir al baño... pero me daba demasiada pereza levantarme. Debían de notarse mucho mis ganas de ir al baño porque a mi amigo no se le ocurrió otra cosa que coger la silla donde yo estaba sentada (conmigo en ella, ojo) y transportarme en ella hasta el baño. Hombre, es de agradecer.

Al día siguiente casi nadie se acordaba del suceso de la silla (yo y mis amigos sí nos acordábamos, que nosotros dejamos el juego después de lo del pan) hasta que alguien entró en el baño y se meó de la risa. Una semana después la silla sigue allí como recuerdo. 

A veces hay otra clases de juegos que son más divertidos, como el Quiditch. Sí señor, Harry Potter ha hecho mella en la sociedad inglesa y la gente normal, en lugar de drogarse, juega al Quiditch, lo cual está muy bien. Y diréis, "lo que te has metido tú, niña, para ver a la peña volando encima de una escoba". Pues yo que estoy hecha toda una investigadora profesional, tengo pruebas de que yo no me meto nada (más que toñones patinando) y de que los ingleses vuelan.  

Quiditch





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