lunes, 15 de febrero de 2010

La abundancia no facilita las cosas.

Buscando modelito para salir de fiesta. Hecho. Pero me falta elegir zapatos. Opción uno: botas altas de piel. Queda bien pero poco tacón. Opción dos: sandalias de piel con tachuelas y taconazo. Queda bien pero me moriré de frío por mucho que se lleven las sandalias. Opción tres: Peep toe negro. Queda bien pero cambia totalmente el look. Opción cuatro: Peep toe granate. Ídem. Opción cinco: Botas altas de ante y taconazo. Mierda, llueve, pero queda genial. Pruebo varias opciones más. Hmm…no me decido. Bueno, tengo 15 minutos. Pruebo otro, vuelvo a las botas de piel. No. Pruebo otra vez con las sandalias. El frío me echa para atrás. Pruebo con bailarinas. Genial, pero necesito tacón –total, los pies me dolerán igual porque andaré de puntillas, por lo menos intentar evitar el dolor de cuello- Pruebo los Peep toe. Pruebo el ante. Pruebo sandalias, pruebo botines. Joder, llego tarde.

En inevitable. Cuando hay abundancia una no puede no comparar. Te gusta lo positivo de todo y sabes que si te pones las sandalias, por muy bien que queden, echarás de menos el calorcito de las botas, que si te pones las bailarinas, te arrepentirás de no llevar tacón y que si te pones los Peep toe, echarás de menos la comodidad del zapato plano. Me encantan los zapatos. Y es por eso que odio tener que decidirme por unos en concreto. Cada par tiene sus cosas buenas y sus cosas malas y cuantos más pares, más comparas.

Lo mismo ocurre con los novios/rollos/amigos especiales/amigos con categoría para bodas/follamigos y un largo etc. Cuando tienes muchos ex – lo que sea no puedes evitar comparar. Que si menganito hacía esto, fulanito decía aquello y Jaimito decía lo de más allá. Que si este me regalaba, el otro me llevaba, ese me decía, de aquél me gustaba. Y al final una termina buscando uno que tenga todas las cosas positivas de los anteriores, pero como con los zapatos, unas sandalias nunca serán calentitas ni unas bailarinas de harán las piernas kilométricas.
Me da la sensación de que aunque la abundancia, tanto de zapatos como de hombres, es divertida, al final termina siendo un problema; probar tantas cosas buenas y malas termina por frustrar a una que, en busca de la perfección, se gasta el sueldo en zapatos y llega siempre tarde a todas partes.

También habría que pensar en que los zapatos tienen una edad. Es decir, que una señora con juanetes no puede ponerse mis sandalias de vértigo. Y yo, no voy a utilizar zapatos ortopédicos a mi edad. Así que la búsqueda al menos, descarta, según la edad, algunos tipos de zapatos. Eso me consuela.

No obstante hay una búsqueda que creo puedo dar por zanjada. Ahora me faltan los zapatos perfectos…..

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